En esta ocasión quiero escribir sobre un tema que se encuentra en boga; ni más ni menos que el relacionado con la beatificación del señor Karol Wojtyla, quien también es conocido con el seudónimo de Juan Pablo II. Lo que pretendo demostrar en este artículo, es que este señor ya era un santo de la iglesia desde el momento de su muerte, cosa que no podrá ser negada por nadie una vez se termine la lectura del presente.
Considero que antes que nada, es necesario establecer cuál es el proceso que la iglesia debe seguir para una beatificación. De acuerdo con la Constitución Apostólica Divinus perfectionis Magister y con las Normae servandae in inquisitionibus ab episcopis faciendis in causis sanctorum promulgadas por la Congregación para las Causas de los Santos, el proceso se divide en dos fases: una es la diocesana y la otra es la romana; además existe un segundo proceso, que es el del milagro.
Según los documentos antes citados, el primer requisito para abrir la llamada “causa de beatificación” es que debe de haber un individuo llamado “actor” mismo que puede ser una persona física o moral, (persona moral en términos religiosos se refiere a diócesis, congregaciones religiosas o, en algunos casos, se llegan a formar asociaciones que tienen como único objeto el dar impulso a este proceso); otro requisito es que tiene que haber transcurrido un periodo de por lo menos 5 y no más de 50 años posteriores a la muerte del candidato a la beatificación. Esos cinco años tienen como finalidad que, durante ese lapso de tiempo, quienes promueven la beatificación, obtengan la mayor cantidad de información del difunto directamente de las personas que le hayan conocido en vida o quienes aseguren haber recibido un milagro de él, además suele usarse el tiempo también para difundir estampas u otros medios impresos con información del difunto y oraciones dedicadas al mismo; finalmente, también se utiliza ese tiempo para redactar biografías relacionadas con el difunto, las que luego serán utilizadas dentro del procedimiento competente de beatificación.
Existen dos medios para iniciar una causa de beatificación, uno es la llamada “vía de las virtudes heroicas,” que consiste en la simple declaración de que el candidato a beato vivió con base en los valores y las virtudes cristianas en un grado heroico (lo que sea que eso signifique) durante por lo menos los últimos 5 años de su vida; el otro medio es la “vía del martirio,” mismo que se limita a la simple declaración de que el candidato murió victima de martirio por causa de su fe en cristo.
El actor es quien ingresa la causa en el “tribunal competente” que es el del lugar donde vivía el candidato a beato. Una vez ingresado el caso, el obispo responsable es quien debe investigar el supuesto milagro (se considera milagro a todo aquel suceso físico que no es explicable por causas naturales, quedando por tanto excluidos los llamados milagros morales) pero, principalmente debe centrarse en los hechos ordinarios de la vida del candidato, ya que si la investigación versa sólo sobre hechos sobrenaturales, carece de valor ante la congregación; también es el obispo quien debe designar a los llamados “censores teólogos” que se dedican a examinar los escritos del candidato para asegurarse que ellos no contienen doctrinas contrarias a los dogmas cristianos, y si del análisis resulta que no hay nada que contravenga los dogmas de la iglesia, el obispo, tomando en cuenta únicamente “el bien superior de la iglesia y la importancia del caso,” decidirá si da inicio o no al proceso. Si decide dar inicio a la causa de beatificación, iniciará promulgando un decreto donde ordena dos cosas: una es el obtener pruebas y testimonios; la otra es constituir un tribunal, nombrando por lo menos un juez y un promotor de justicia (el que también es conocido con el mote de “abogado del diablo” porque en otras épocas tenía la función de poner dificultades), en este punto, el candidato a beato recibe la designación de “siervo de dios”; el actor, además de ingresar la causa, tiene como obligación el nombrar un “postulador,” que necesariamente debe residir en Roma, y que es el encargado de dar impulso al procedimiento ante la congregación para las causas de los santos, además, pueden nombrarse varios vicepostuladores, los que pueden residir en cualquier parte del mundo y actúan a nombre del postulador.
Un dato interesante es que, una vez que se establece el tribunal, se toman las declaraciones de los testigos, los que preferentemente deben ser presenciales (llamados “de visu” o de vista), aunque, y aquí lo interesante (jurídicamente hablando), si dichos testigos no existen, entonces se le da valor probatorio a la declaración de testigos de oídas (llamados “ex auditu”). Una vez terminada la fase probatoria, se redacta un documento en el que se examinan los datos recogidos (la llamada “positio”) y se envían todas las actas al vaticano, precisamente a la congregación para las causas de los santos, quien es la autoridad competente.
En la congregación existe un colegio de relatores, el que tiene como función la de recibir las causas e impulsarlas. Cuando se recibe una causa, se le asigna a un relator, el que prepara las ponencias sobre las virtudes o sobre el martirio, labor que se prolonga muchos años, pues el postulador debe recoger relatos de favores atribuidos a la intercesión del difunto, de preferencia con documentos que avalen el presunto milagro, como pueden ser informes médicos, declaraciones juradas, cartas que escriben los fieles, entre otros. La ponencia se presenta a una comisión de teólogos, los que votan sobre ella, y si el voto es favorable, se entrega a los cardenales y obispos de la congregación para que también emitan voto sobre ella. Si su voto también es favorable, se presenta la propuesta al papa, quien determina si se aprueba el decreto, ya aprobado, el difunto recibe el título de venerable. Si la causa de se sigue por martirio, no se procede a la declaración de venerable, ya que para la beatificación de mártires no se necesita de comprobar ningún milagro.
En cuanto al milagro, el proceso es similar al diocesano, ya que también se hace un análisis para determinar que el milagro no es contrario a los dogmas, que no va contra los intereses superiores de la iglesia, se toman testimonios, se realiza y se envía una positio a la congregación, la que a su vez valora y realiza votaciones, etc. La diferencia estriba en lo estricto de la investigación relacionada con el milagro, esto debido principalmente a que desde 1963, se han realizado exhaustivas investigaciones relacionadas con algunos supuestos santos, descubriéndose que en algunos casos ni siquiera había certeza alguna de la existencia de dichos individuos, y mucho menos de sus milagros, muchos de los cuales en ocasiones eran evidente producto de exageraciones o en otros de indiferencia ante evidencias en contra de la supuesta santidad, como puede ser el caso de Ángela de Foligno, quien fue una monja Italiana del siglo XIII, quien aseguraba que sólo se alimentaba con la eucaristía, considerándose su ayuno perpetuo como un acto sumamente milagroso por la iglesia de su tiempo, pero, a la luz de los estudios modernos, resulta que su ayuno era la consecuencia de un serio trastorno psicológico denominado Anorexia Nerviosa, por lo que su proceso de canonización sigue abierto en espera del tan ansiado milagro. Así como el anterior, existen muchos otros casos, y es por ello que la iglesia pone especial énfasis en el estudio de los supuestos milagros para poder beatificar o canonizar a algún individuo, y, como ya se mencionó, esta labor de investigación se prolonga por varios años, debido a su evidente complejidad.
Ahora, ya con el conocimiento de cómo debe ser el proceso para la beatificación, es posible determinar que el proceso seguido para beatificar a Karol Wojtyla, en efecto, cumple con los lineamientos planteados por las mismas normas de la iglesia; aunque existan quienes argumenten que se omitió respetar el periodo de cinco años necesario para iniciar la causa de beatificación, ya que en mayo de 2005, Ratzinger anunció que iba a conceder una dispensa, esto es, hizo que no fuera necesario esperar ese periodo de tiempo para abrir la causa, de hecho, la misma se abrió apenas dos meses después del deceso de Wojtyla, el 28 de junio de 2005, pero, resulta que aquí hay una salvedad, que es que la misma norma prevé la posibilidad de que el papa pueda acelerar el proceso, concediendo la dispensa. Es más, el mismo Wojtyla hizo lo mismo con la madre Teresa de Calcuta, de la que hablaremos un poco mas adelante.
El proceso seguido ante la beatificación de Wojtyla cumple con todos los requisitos establecidos con anterioridad, no obstante, lo que resulta extraño en todo esto, es que, por un lado, el análisis de los supuestos milagros suele ser de varios años; aquí por citar un ejemplo, podemos mencionar el proceso para beatificar a la monja María Emilia Riquelme y Zayas; en este caso, la monja fallece en 1940, y no se abrió la causa de beatificación sino hasta el año de 1980, es decir, “cuarenta” años después de su deceso, además, el proceso fue clausurado en 1991, y es hasta marzo de 1992 que la congregación para las causas de los santos reconoció la validez del proceso, es decir, 52 años después de su deceso. ¿No resulta curioso pues, que en el caso de Wojtyla, el estudio sobre el supuesto milagro que se le atribuye, haya sido de tan sólo un poco más de ocho meses? Y ello tomando en cuenta dos cosas, la primera es la fecha 30 de enero de 2006, en la que el supuesto milagro se hizo público, lo que hace suponer que se tenía conocimiento del mismo desde una fecha previa; la otra sería la considerable y nada despreciable cantidad de milagros que a esa fecha se le adjudicaban solamente a Wojtyla, que eran alrededor de 550 solamente en el año de 2006, los cuales fueron estudiados de uno por uno hasta encontrar el verdadero (¿será?). Cabe hacerse aquí la pregunta de ¿Por qué el proceso con Wojtyla es tan rápido a comparación de otros procesos que suelen tardar entre 30 y 50 años? Y la respuesta se hace clara de inmediato de la lectura del proceso que se debe seguir para la beatificación, este proceso fue más acelerado por el interés superior de la iglesia y por la importancia del caso ¿pero en qué sentido? Sencillo, es bien sabido que la iglesia católica en la actualidad está perdiendo grandes cantidades de fieles frente a las sectas cristianas, en otros casos a manos de otras religiones, o incluso ante creencias novedosas como la cienciología, el espiritismo, etc., y ello a un ritmo que nunca antes había experimentado, por lo que, tomando en cuenta el Interés superior de la iglesia, resulta imperativamente necesario que un personaje de la importancia de Wojtyla, ocupe un lugar de privilegio dentro de la iglesia, que atraiga a nuevos creyentes y que afiance a sus clientes cautivos.
Ahora, como ya lo había anunciado, retomemos el tema de Teresa de Calcuta. La madre Teresa falleció en 1997 y en el caso de la beatificación de esta monja, también se hizo una dispensa a los 5 años para su beatificación. A ella se le concedió la beatificación debido a que supuestamente se comprobó que había curado de un tumor en el útero a una mujer de nombre Mónica Besra, con el simple hecho de haberle colocado sobre el vientre una medalla que estuvo sobre el cadáver de la monja. Al respecto, el escritor y periodista Británico de nombre Christopher Hitchens, quien compareció como “promotor o abogado del diablo,” reveló algunas cosas interesantes a saber: primero menciona que el nombre de Mónica es bastante raro en Bengala, y que además es un nombre católico, lo que denota la probable admiración por parte de la mujer por la monja en cuestión; además señaló que los doctores Manju Murshed, T.K. Biswas y Ranjan Mustafi, que habían atendido a la mujer, habían revelado que la señora fue tratada con éxito de tuberculosis y de un quiste ovárico con medicamentos ordinarios, ante lo cual, las monjas de la orden de la madre Teresa, “misioneras de la caridad” les habían hecho numerosas llamadas presionándolos para que dijeran que la curación había sido un milagro. Hitchens además dijo que le pareció curiosa la forma de hablar de la señora Besra, ya que, según dice, lo hacía de una forma bastante rápida, porque según ella “de lo contrario podía olvidársele algo” además de que rogaba que no le hicieran preguntas, porque si no “tendría que recordar.” Además, el marido de esta mujer reveló que se había curado por un tratamiento médico ordinario y bastante costoso, no obstante, ese supuesto milagro fue el culmen para decidir sobre la beatificación de la monja, con lo que, en palabras de Hitchens “a consecuencia de este falso milagro, se condenó a muerte a miles de personas en un país donde se ha luchado porque las personas dejen de confiar en curanderos y faquires, ya que la intercesión de la madre Teresa puede superar a la medicina. Si esto es lo mejor que puede lograr la iglesia en una época en que los periodistas y la ciencia pueden verificar sus afirmaciones, no quiero ni imaginar lo que se amañó en épocas pasadas.” De la madre Teresa se podría seguir hablando mucho, desde su patológico gusto por el sufrimiento humano, sus manejos de recursos en obras que poco beneficiaron a los enfermos a los que supuestamente iban dirigidos, así como de los controverciales escritos que hizo hacia el final de su vida y en los que manifestaba que dudaba de la existencia de dios, pero ese es tema para otro artículo, aquí nos debemos limitar a preguntarnos: ¿No será pues, que en el caso de Wojtyla, se está siguiendo el mismo patrón seguido con el caso de la madre Teresa?
Regresando a Karol, y teniendo en cuenta lo dicho sobre la madre Teresa, ahora resulta claro el por qué la iglesia ha realizado un proceso tan rápido y haciendo caso omiso a cuestiones que implicarían un contrasentido con la supuesta santidad de Wojtyla, claro, ello si la iglesia estuviera interesada por los pobres y los necesitados, y no solamente por quedar bien con los poderosos y con obtener y manejar ella misma el poder, y para dar fundamento a lo dicho, señalemos cómo Karol se relacionaba amenamente y bendecía al exdictador chileno Augusto Pinochet (quien introdujo como sus políticas de Estado la tortura, el asesinato y la desaparición de personas, entre otros métodos), saliendo con él al balcón del Palacio de la Moneda durante su visita a Chile. También existen archivos donde se guarda la felicitación personal de Juan Pablo II a Pinochet con motivo de su boda de oro, además, en 1999 abogó por su liberación cuando fue detenido en Londres. También debemos recordar sus relaciones con el jefe de la junta militar de Argentina, el general Jorge Rafael Videla Redondo, las que también eran bastante cordiales; también tuvo relaciones amistosas con Alberto Fujimori (otro exdictador, en este caso peruano, violador consumado de derechos humanos y, al igual que karol, acerrimo enemigo del comunismo); no nos debemos de olvidar de su ferviente oposición al uso de preservativos en países azotados por el virus del sida en África, difundiendo creencias fanáticas como que quien usa preservativos condena su alma, condenando así a millones de personas a muerte, pero eso sí, salvando su alma (¿No es ésta la cultura de la muerte de la que tanto habla la misma iglesia?) y el controvertido encubrimiento que realizó a Marcial Maciel, llegando incluso al extremo de desoír cínicamente la carta que le enviaron en noviembre de 1997 ocho ex miembros de los Legionarios de Cristo que acusaban a Marcial Maciel de haber abusado sexualmente de ellos cuando eran adolescentes, lo que no debe de resultarnos extraño o difícil de digerir, ya que es muy lógico el proceder del papa, teniendo en cuenta que los legionarios de Cristo, junto con el opus dei, los carismáticos, el lumen dei y algunos otros grupos eclesiásticos representaban el poder de la iglesia en una época de incertidumbre, así como otros cientos de pederastas al rededor del mundo, y limitándose a decir que la cultura norteamericana era la que estaba corrompiendo a sus sacerdotes. Otra de las gracias de Karol que podríamos citar, es como nunca recibió a las Madres de las víctimas desaparecidas en Plaza de Mayo de Argentina, las que anhelaban pedirle ayuda para saber sobre sus hijos, nietos y demás familiares.
Ahora viene a mi mente lo acaecido a un sacerdote Salvadoreño, también católico, de nombre (Monseñor) Oscar Arnulfo Romero, quien denunció la matanza de los desposeídos de su pueblo ante Juan Pablo II. Arnulfo Romero había intentado en varias ocasiones entrevistarse con Karol Wojtyla para pedirle ayuda por la represión sangrienta a la población, incluyendo asesinato de sacerdotes por parte de la junta militar en el poder que era apoyada por EE.UU., aunque le habían negado en todas esas ocasiones la audiencia con “su santidad.” Finalmente, Romero interceptó a Juan Pablo en la basílica de San Pedro, por lo que lo atendió unos minutos. Según el relato del propio Romero a su asistente, el papa se había enojado por la cantidad de fotos de los muertos y los documentos relacionados con ello, diciéndole: “Ya les hemos dicho que no vengan cargados con tantos papeles”. “Mataron al padre Octavio Santo Padre, diciendo que era guerrillero, pero yo mismo lo ordené y era un sacerdote piadoso que sólo ayudaba a los pobres” le dijo Romero mostrándole una terrible foto del cadáver aplastado por una tanqueta. Juan Pablo II le contestó fríamente: “¿Y acaso no lo era? Si Usted supera sus diferencias con el gobierno trabajará cristianamente por la paz. Tu deber es tener como amigo al gobierno de tu país”, y así había dado por terminada la reunión. Meses después de esta entrevista Romero fue asesinado en plena misa. ¿Acaso no evidencia esta actitud un apego indiscriminado por los poderosos por parte de Juan Pablo II?
También es conocido el visceral anticomunismo de Juan Pablo II, de donde se desprende su desapego de los franciscanos, los dominicos o los jesuitas, ya que estaban demasiado comprometidos con los pobres, y eran grupos fronterizos con el marxismo, y lo que la iglesia necesitaba no era eso, sino poder, mismo que le ofrecieron, como se mencionó arriba, grupos como el opus, los legionarios y otros. Pues bien, de acuerdo al libro de Carl Bernstein y Marco Politi, "Juan Pablo II y la historia perdida de nuestro tiempo", William J. Casey quien era director de la CIA y Vernon Walters el embajador especial de Reagan, estaban permanente en contacto con el papa para hacer caer al socialismo. Lo irónico de esto fue que después de la disolución de la Unión Soviética, el Papa proclamó en su encíclica Centessimus Annus de 1991 que “el comunismo tenía semillas de verdad”. Aunque es cierto que en sus últimos años denunció a la globalización económica, abogó por la reducción económica de la deuda externa de los países en la vía de desarrollo y condenó el empobrecimiento de la mayoría de la población de nuestro globo terrestre, jamás se atrevió a presionar a la única soperpotencia del mundo para aliviar la situación de los millones de desposeídos. Más bien obedeció sus dictados silenciosamente. En 1998 anunció que en 1999 cumpliría la meta más grande de su vida haciendo el peregrinaje al lugar de nacimiento de Abraham, el pueblo Ur (Irak), tal como lo hicieron casi todos sus antecesores, pero NO lo hizo, simplemente porque el departamento de Estado norteamericano no le dio la autorización. Juan Pablo II mostró total rechazo a cualquier movimiento progresista, y fue pieza vital para frenar los cambios sociales que hubieran creado condiciones para una justa redistribución de la riqueza, erradicando la explotación y la injusticia. En 1983 se opuso tajantemente a la Teología de la Liberación que, de acuerdo a uno de sus creadores, padre Gustavo Gutiérrez, proponía utilizar el evangelio para “liberar al hombre de todo lo que lo deshumaniza y le impide vivir según la voluntad del Padre”. Pero Juan Pablo II denunció sus postulados como “una desviación peligrosa”. Así ordenó el silenciamiento del Segundo Concilio del Vaticano y las Proclamas de Puebla y Medellín que acordaron “La iglesia para los Pobres para la creación de una sociedad nueva”.
Para concluir; a lo largo de este artículo, pudimos comprobar que el estudio de la causa de beatificación se centra primordialmente en los hechos de la vida cotidiana de los candidatos, así pudimos observar cual es el camino que sigue la iglesia, es decir, cual es su verdadero interés superior, así como qué es lo que considera importante. De lo anterior se desprende que los santos y los beatos, para la iglesia, deben de tender primordialmente a defender los intereses económicos y políticos de dicha institución, sobre lo que realmente pretenden proteger, que es al ser humano y a la moral, pudimos constatar también que el estudio no se centraliza en los hechos de carácter sobrenatural, además de que de todo lo anterior se desprenden como corolario los airados escándalos de sus representantes, así como con el dogma que en el hecho (no en la teoría) ha creado esta institución, ya que, como se ha mencionado, dicha institución siempre tiende a la autoprotección, aplicándose claramente lo que dijera Nietzsche en su Zaratustra: “una cosa es el pensar, otra cosa es el acto y otra es la imagen del acto.” Con este artículo no se pretende satanizar la imagen del difunto, simplemente se trata de colocar las cosas a un justo nivel, es decir, no satanizamos al muerto, pero tampoco se debe santificar, ya que, como se ha observado, su actuar no corresponde al de un santo, no por lo menos a lo que coloquialmente se entiende por ello, ya que por lo visto, la iglesia toma en cuenta otros estándares, es por ello que pretender beatificar a este personaje, no desoyendo y pasando por alto todo lo que se ha señalado en este artículo y seguramente muchas otras más, pone en evidencia lo que verdaderamente pretende la iglesia, lo que obviamente no es el bien común, sino sólo obtener ciertos privilegios para sí misma; además de que evidencia de igual forma que es obvio que a lo largo de dos mil años, esta institución se ha construido sobre la base de hipocresías, falacias, artificios y farsas, las que, aunque en su tiempo no eran tan evidentes (y si lo eran, y se cuestionaban…), ahora en nuestro tiempo es claro, como dijo Hitchens, que “si esto es lo mejor que puede lograr la iglesia en una época en que los periodistas y la ciencia pueden verificar sus afirmaciones, no quiero ni imaginar lo que se amañó en épocas pasadas.” Tampoco podemos pretender utilizar como estandarte en favor de una u otra persona algunos actos que puedan considerarse moralmente correctos, y ocultar con el mayor cinismo posible todo aquello que nos avergüenza o voltear la mirada a otro lado pretendiendo que nada ha sucedido, es decir, pretender que un acto bondadoso sea eximente para cometer otro acto reprobable, esto es ridículo, obsceno e inmoral, es hipocresía de la más pura, y en este supuesto, si ha de satanizarse a alguien o a algo, sería a la iglesia misma, ya que cabe preguntarnos ¿es lógico que se beatifique a un individuo que actuaba como lo hacía Karol Wojtyla? Aún más, recordará que cuando hablamos de los requisitos para beatificar a un individuo, se mencionó que se hace un estudio relativo a sus escritos, para verificar que no se contradigan los dogmas de la iglesia, pues bien, resulta que Juan Pablo II en el año de 1999 afirmó que ni el cielo ni el infierno existen, que se trata de un simple estado de la mente en aquellos que se apartan o en su caso, se acercan a dios, cosa que los jesuitas han considerado suficiente como para considerar el pontificado de Juan Pablo II como nefasto, ya que esas ideas son totalmente opuestas a las del dogma de la iglesia, es más, el mismo Ratzinger tuvo que desmentir al difunto en cuestión, en el año de 2008, a efecto de regresar al dogma, entonces ¿En qué quedamos, no se supone que contravenir los dogmas de la iglesia es causa suficiente para negar el inicio del proceso? Ahora sí es muy clara cuál es la verdadera pretensión de la iglesia. No podemos pretender que el interés superior de la iglesia es excusa para cometer abusos de autoridad y así mancillar los intereses de sus devotos, ni para hacer caso omiso de sus propias normas y postulados, eso como ya lo dije antes, es hipocresía y nada más. Finalmente, de la lectura de este artículo, no creo que a nadie le quede ninguna duda de que Juan Pablo II, de acuerdo con su forma de actuar y con las necesidades e intereses de la iglesia, era ya un santo desde el momento de su muerte.
Para finalizar, y si desean profundizar más en el tema, les recomiendo la lectura del libro titulado: El Poder y la Gloria; la historia oculta del papado de Juan Pablo II.
diabŏIus
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