martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad, su origen

En estas fechas tienden a proliferar versiones e historias acerca de los simbolismos de los adornos, cánticos y las festividades navideñas en general, así como de los orígenes de la misma, no obstante, cabe destacarse que la festividad en comento ni por lejos es de origen cristiano. Para muchos resultará una novedad descubrir que los orígenes mas próximos de la navidad se encuentran en festividades que ahora son consideradas como paganas; por dicho motivo es que me decidí a elaborar este texto, sin embargo, cabe destacarse que con el mismo no pretendo hacer un tratado ni un estudio histórico minucioso, sino que lo que propongo es una síntesis del tema, a efecto de arrojar luz sobre cuestiones que maliciosamente han sido eliminadas de la memoria colectiva, considerándo además que es de vital importancia el conocimiento de cuál es el origen de las tradiciones que, como la que se reseña, festejamos aún actualmente, ello con el fin de poder estar en aptitudes de, como especie humana, saber de dónde provenimos y hacia donde nos dirigimos como sociedad. Por lo anterior, procedo como sigue:

Las Saturnales (en latín Saturnalia) eran una importante festividad romana en honor del dios Saturno (La fiesta del triunfo) del Sol Invencible (Sol Invictus), cuyo nacimiento se celebraba el 25 de diciembre. Se celebraban del 17 al 23 de diciembre en honor a Saturno, por motivo del fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus el 25 de diciembre, coincidiendo con la entrada del Sol en el signo de Capricornio (solsticio de Invierno). Todo empezaba en el templo de Saturno, con un sacrificio y un banquete público al que estaba invitado todo el mundo (lectisternium), al grito multitudinario de “Io, Saturnalia”, ello al pie de la colina del Capitolio; durante siete días todo era diversión, y una ocasión para visitar a los amigos y parientes para disfrutar de banquetes e intercambiar regalos con ellos, días en los que además, los romanos salían a la calle a bailar y cantar con guirnaldas en el pelo, portando velas encendidas en largas procesiones. Durante las fiestas se cerraban las escuelas, los tribunales y las tiendas, se paraban las guerras, se liberaba a los esclavos, y los romanos cometían todo tipo de excesos con la bebida y la comida.

Durante estos días, se decoraban las casas con plantas verdes, se encendían velas para celebrar la vuelta de la luz, y se colgaban figuras de los árboles, pero no metían árboles dentro de casa, los adornaban en el exterior. La tradición del árbol de Navidad tiene sus orígenes con los germanos, quienes estaban convencidos de que, tanto la Tierra como los Astros, pendían de un árbol gigantesco (Idrasil o Árbol del Universo), del que creían que sus raíces estaban en el infierno y su copa, en el cielo. Los Germanos para celebrar el solsticio de invierno, decoraban un roble que representaba a Odín, con antorchas y bailaban a su alrededor, sacrificando a un joven ante dicho árbol; árbol que Bonifacio el evangelizador, entre los años 720 y 740 de nuestra era, derribó con un hacha, reemplazándolo con un pino, árbol que posteriormente fue adornado con manzanas y velas. El árbol de Navidad, decorado tal como lo conocemos en la actualidad, comenzó a gestarse desde la edad media, siendo hasta el siglo XVI, en Alemania, que se utilizó ya como actualmente se puede apreciar.

En Roma, al final de la Saturnalia, el 25 de diciembre, se celebraba el Natalis Solis Invictis (nacimiento del sol invencible) personificado por el dios Mitra, culto de origen persa que data de aproximadamente 1,400 años antes de nuestra era, el que se convirtió en la religión dominante en Roma hacia aproximadamente el año 70 o 60 antes de nuestra era, especialmente entre los soldados. Por su parte, la tradición del mitraismo consideraba que Mitra fue enviado por su Padre (Ahura Mazda) para que se cumplieran sus deseos en la Tierra, naciendo el 25 de diciembre, en una cueva oscura, de una mujer virgen a la que se llamó “Madre de Dios” (hay versiones que señalan que nació de una roca), siendo adorado por pastores que le llevaron regalos como oro y esencias. A Mitra se le consideraba un lazo de unión entre Dios y la humanidad, quien difundió su palabra de manera itinerante, teniendo doce discípulos, y después de propagar sus enseñanzas en la tierra, fue muerto en una cruz, resucitando y ascendiendo a los cielos. El culto de los mitraístas incluía la creencia en la resurrección, en la comunión con pan y vino, en el cielo y en el infierno, además Mitra recibía apelativos como La Luz, el Buen Pastor, La Verdad, la Vida, y su día sagrado era el domingo.

El Cristianismo de la antigüedad tuvo fuertes problemas para acabar con esta fiesta pagana, por lo que, hacia el siglo III de nuestra era, Constantino I, después de percatarse de que el cristianismo era una religión en crecimiento en Roma, en un audaz movimiento político, dijo que previo a la batalla del puente Milvio, tuvo la visión de una cruz y haber escuchado una voz que le señalaba que sustituyera las águilas imperiales de las insignias de los soldados por una cruz cristiana, ya que dicha voz le dijo “in hoc signo vinces” lo que se traduce como “con este signo vencerás”, aunque la versión de dicha visión varía según la fuente, ya que existen versiones de que la cruz contenía una inscripción en griego “Εν τούτω νίκα,” motivo por el cual, permitió el culto cristiano, pero no proscribió el culto a los demás dioses de Roma.

Mediante el avance del cristianismo, el mismo se opuso frontalmente a los demás cultos, tachándolos de idolatría y paganismo, por lo que también se opuso a sus festividades, no obstante, como en otras ocasiones ha sucedido, no le fue posible eliminar la festividad del sol invicto. Así, al tener la iglesia siempre la intención de aglutinar en su seno a la mayor cantidad de adeptos, vio fieles en potencia en los adeptos de las celebraciones invernales paganas del solsticio de invierno, que eran una clara competencia del cristianismo primitivo, lo que llevó a la iglesia a trasladar la fecha de celebración de la natividad, haciéndola coincidir con el día central  los saturnales, así, se instauró la Navidad, aunque la corriente ortodoxa fijó el 6 enero como fecha de la Navidad. Las anteriores cuestiones, aunadas a la fiera oposición de los cristianos en contra de los demás cultos por considerarlos paganismo (ha de recordarse aquí sucesos tan trágicos como la quema de la biblioteca de Alejandría y sus demás implicaciones) ocasionó que paulatinamente, los saturnales fueran sustituidos por la fiesta de la natividad, cuya contracción o apócope es “navidad,” aumentando los adeptos del cristianismo, creciendo hasta que, una vez declarada la religión oficial del Imperio Romano, los saturnales fueron prohibidos, incluso terminaron siendo relacionados con celebraciones dedicadas a entidades diabólicas y por ende fueron eliminados, en total sustitución por la llamada Navidad.


A manera de conclusión, pido no se malinterprete el texto, ya que no se está en contra de la celebración de las fiestas decembrinas, ya que es una época de acercamiento entre personas; lo criticable desde la perspectiva del autor de este texto no es la forma (en ciertos casos sí por lo excesivo), sino el fondo de la celebración per se, ello por los motivos subyacentes y narrados en el cuerpo del texto, ya que debemos tener bien clara la naturaleza de lo que se celebra y no pretender que la navidad es una fiesta cristiana por excelencia, debido a que inclusive los simbolismos que se pretende dársele provienen del culto a Saturno. Finalmente, deseo a quien se ha tomado la molestia de leer estas líneas, que disfrute al máximo y que tenga Felices Fiestas.

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